DOÑA MARGA
Mi primer recuerdo feliz tenía patas. Se llamaba doña Marga y era una tortuga gorda y vieja.
Estaba llena de arrugas como una abuela anciana, pero cuando te miraba era comprensiva y tierna como una madre.
Solíamos montarnos sobre ella como si fuese un caballo. Los días buenos, chorreábamos agua por la cuestecilla que había detrás de la casa y nos deslizábamos sobre ella igual que en un trineo por la nieve.
La tortuga comía de todo, de todo lo que nosotros comíamos, que no era mucho. Quizá ella comía también algunas hierbecillas de la orilla del camino. Recuerdo verla comer un huevo de unas gallinitas muy pequeñas que tenía nuestra vecina en un corral entre las dos casas.
Doña Marga anduvo con y bajo nuestra tiranía un tiempo que no sé precisar. Nos tumbábamos junto a ella mirándola a los ojos largamente. Nos mantenía la mirada un rato y parpadeaba cerrando con arrugas sus ojillos mientras giraba la cabeza y echaba a andar. No sé qué esperaría de nosotros aquella sabia tortuga. Éramos un poco trastos. La colgábamos bajo el brazo como una escoba vieja y ella movía desalentada sus patas y abría y cerraba la boca con largos suspiros.
Hasta un día en que la echamos de menos, la buscamos, la buscamos, la llamamos, la esperamos… pero nunca regresó. Su mirada orgullosa siempre de soslayo, como animándonos a seguirla, sigue en mi recuerdo.
Me parecen fantásticos, educativos, para reflexionar y recordar momentos y experiencias….Gracias